miércoles, 4 de agosto de 2010

Un mensaje para los arquitectos paceños

Cuando uno está estudiando arquitectura le repiten incansablemente la importancia del usuario del edificio, casa, parque que uno está soñando y que por supuesto es también el mayor impedimento para que los grandes sueños de los arquitectos se concreten. Sin embargo pienso, y claro que no soy la primera, que es la conjunción del sueño del creador y la real, verdadera y comprobada utilidad del espacio diseñado, son una creación inigualable, por no decir perfecta.

Ahora bien, lamentablemente los diseños suelen sacrificar las más de las veces a los usuarios. En las casas privadas el arquitecto probablemente está más sometido a las voluntades de los propietarios y directos financiadores del trabajo. En grandes proyectos privados también es posible que haya una supervisión más cercana de los delirios de los arquitectos. Pero tristemente cuando se trata de proyectos grandes y públicos, la supervisión está tan mezclada con política y complicaciones burocráticas que nadie reparará en el usuario. Es el triste caso de tantos edificios paceños.

A mí personalmente me afectan los espacios para biblioteca. A los arquitectos, que aparentemente no leen en las bibliotecas públicas que diseñan, les parece que las salas de lectura pueden ser cualquier cosa, espacios semi cerrados, semi abiertos, semi helados, helados totalmente y al final eso no importaría si no fuera que algunas salas de las bibliotecas más importantes de la ciudad de La Paz soportan las conversaciones y sonidos cotidianos de toda la institución. Desde la exposición en el piso de abajo, a la sala de solicitud de materiales, las secretarias en cada piso, el personal de limpieza y su cotilleo, las cafeterías con futbol a todo volumen, todo se oye, porque al arquitecto se le ocurrió que una sala de lectura semi abierta hacia el resto del edificio sería genial.

Los niños de colegio no pueden guardar silencio en la biblioteca, las secretarias tienen la obligacion de hablar y contestar el teléfono, las exposiciones deben llenarse de gente, las cafeterías deben entretener a su clientela con lo que mejor les parezca, pero el arquitecto debe garantizar la funcionalidad de sus espacios y una sala de lectura debe ser lo mas recluida y silenciosa en la medida de lo posbile. No podemos cambiar la idiosincrasia de un pueblo tan rápido como podemos lograr que nuestros arquitectos consideren que la gente en una sala de lectura va a trabajar y a estudiar, no a congelarse gratuitamente por no tener nada mejor que hacer. ¿Por qué se exige que algunos profesionales cumplan con su trabajo sin ninguna falla, como los médicos, los ingenieros, hasta a los historiadores se les reclama severos falseamientos, pero se permite que otros sacrifiquen la eficiencia por los sueños de grandeza, como los arquitectos y sus diseños?

jueves, 17 de junio de 2010

Caminando con muletas


Hace dos semanas, después de seis días de quietud forzosa salí a dar mis primeros pasos con mis pies recientemente recompuestos en quirófano local. Tenía que ir a la oficina central de Boliviana de Aviación para pagar un pasaje en pleno centro de la ciudad. Asi que con el entusiasmo que los días de quietud me inyectaban salí confiada, con una muleta en cada mano, a enfrentarme a la ciudad.

Había yo pasado para entonces tres semanas en barrio residencial, en casa ajena llena de amor, pero lejos de mi bullicioso barrio y sin notarlo se habían lavado para mí los sonidos, olores y colores. Todo es más intenso en el centro de la ciudad, pero una intensidad casi alegre, sobretodo cuando uno se siente tan bien de volver a caminar.

Fue genial la experiencia de caminar la avenida Camacho con muletas. Una cuadra me tomó más de 15 minutos. Dar pasos más firmes y rápidos implicaba una dolorosa punzada inmediata, como en experimento conductista pavloviano. La única solución para avanzar era hacerlo sumamente lento y suave.

Para no estorbar en la vía pública caminé siempre muy pegadita a las paredes. Parecía una buena idea en su momento, pero me encontré con que a muchos paceños se les había ocurrido lo mismo. Sus motivos son desconocidos e incomprensibles para mí que me veía frágil y temerosa ante tanta gente. Tuve que hacer rodeos a gente pegada a las casas y tiendas, dar paso para que otro caminaran por donde yo veía necesario y seguro hacerlo y claro, cada desvío me costaba un largo minuto de desvío de la línea recta que me llevaría a tomar el taxi necesario.

Noté entonces, en mi errático y pausadísimo caminar por la ciudad, la incesante velocidad que tiene la calle. Ese fenómeno que tanto fascinó a los Futuristas hace cien años me tomó por sorpresa y es la cosa más ingenua pero qué hace uno que nunca fue a Times Square o a esas enormes intersecciones urbanas de Tokio. Pues ante esa carencia de mundo, uno se maravilla ante la velocidad de su pueblo de un millón de habitantes.

Aún así, entre el afán, los autos, los vendedores, los ejecutivos apurados, las secretarias con tacos que me miraban con cara de dolor y los irremediablemente inquietos niños, todos paraban a mirarme. Y pienso que no solo era por las muletas que designaban alguna incapacidad terriblemente suculenta a la curiosidad popular, sino por la lentitud con la que me movía.

Muy al contrario de cualquier suposición previa a esta experiencia, yo no era invisible, era de hecho, el centro de atención de la cuadra. A mí me llamaba la atención todo, la luz tan intensa y diáfana del invierno, la velocidad, el bullicio de la calle, la curiosidad y desconsideración de la gente para conmigo y mi evidente incapacidad de moverme fluidamente. Fueron en suma, los 15 minutos más intensamente vividos de mis veintiocho años de vida en esta ciudad y se asemejaron, para mí y mis constantes divagaciones por la historia a un Caribe conociendo a Colón.

miércoles, 16 de junio de 2010

No me sorprende


Hace ya 15 días que Israel abordó el primer barco que llevaba ayuda a Gaza para romper así con tres años del bloqueo impuesto por Israel. A mí no me sorprendió.

El hecho de que nos horrorice la constante recurrencia de violencia en Oriente Medio ya no sorprende a nadie, es el fenómeno de conexión/desconexión de la cultura visual, pero a mi particularmente no me sorprende la actitud israelita manifiesta en el hecho. Lamentablemente y prácticamente desde la creación del estado de Israel la actitud de éste ha sido de paranoia constante con la población árabe palestina, sea cristiana o musulmana.

Lo cierto es que el tipo de tratamiento que reciben los palestinos en su propia tierra fomenta el surgimiento y ascenso de grupos fundamentalistas que responden a la hostilidad judía con terrorismo y aunque esto sea totalmente rebatible desde una postura política determinada, los hechos son muy concretos. El reconocimiento de la soberanía de los territorios palestinos por parte de Israel en su momento (oportunidades no han faltado) habría establecido un tipo de negociación entre pares en la cual se reconoce el derecho del otro a existir, representarse y ultimadamente, gobernarse. Lamentablemente las cosas no han sido así y la violencia ha sido pan de cada día en la región con una disparidad en fuerzas terriblemente abrumadora, enfrentando a uno de los ejércitos más sofisticados del mundo con un pueblo de escasos recursos que necesariamente tienen que valerse de la estrategia del terrorismo para hacer frente a este tipo de agresiones. Esto por supuesto no justifica de ninguna manera los atentados, sólo, pienso, los explica.

Nueve personas murieron en el abordaje de la flotilla de ayuda en mayo. Tony Blair ha dicho con un cinismo propio de los ingleses en este tema, que confía en que la situación se suavizará y que el bloqueo a Gaza eventualmente será levantado por Israel. Pero ¿cuántas de esas declaraciones hemos escuchado ya? ¿No se tratará una vez más de una actitud temporal para luego todos olvidarse del problema de nuevo? Ahora si, efectivamente están entrando algunos productos a Gaza desde Israel, pero con seguridad esto no se sostendrá por mucho tiempo y cuando alguna otra noticia desvíe el ojo mundial de Gaza, Israel volverá a su política tradicional y radical.

Pienso que no podemos ni debemos esperar una actitud más “amigable” por parte de Israel, pero sí debemos y podemos esperar que Egipto mantenga abierto su límite con Gaza y vuelva a arriesgarlo todo una vez más. Ojalá así sea, ya que esto una vez más no me sorprende, pero me indigna profundamente.

miércoles, 9 de junio de 2010




Lento pero seguro.
De lo lento estoy segura.
De lo seguro no tanto.

sábado, 5 de junio de 2010

Cuatro muertos y una negociación absurda


Estas últimas dos semanas hemos visto un caso atroz de violencia rural contra cuatro policías. Los policías estaban investigando el problema de narcotráfico y contrabando que se ha vuelto normal en la zona de Uncía del departamento de Potosí. La comunidad, y en particular las personas responsables o señaladas como responsables de la muerte de los policías alegan que ellos creían estar lidiando con ladrones que resultaron ser policías encubiertos. Desde la noticia de las muertes el gobierno nacional y las familias de los fallecidos entablaron una negociación con los comunarios para dar con el paradero de los restos de los efectivos policiales. La negociación exigida por los comunarios tenia por fin lograr que el estado declarara la zona libre para el contrabando.

Toda esta noticia y sus detalles son sorprendentemente ejemplares de la situación extrema a la que ha llegado nuestro país o en la que tal vez, está hace muchos años.

Lo que resulta más evidente y que ha trastornado a la población en general es el exceso de violencia pero lamentablemente se trata de uno de muchos casos registrados diariamente en nuestro país y esto sin pensar en los no registrados. La violencia en áreas urbanas alejadas o bien en áreas rurales es pan de cada día en los noticieros bolivianos. Lo es también el enterarse de comunidades y pueblos enteros que se niegan a aceptar la sola presencia de la policía nacional como es el caso del pueblo Achacachi en las cercanías de La Paz.

La brutalidad del hecho excede lo que cualquier ciudadano quiere ver en su vida. Lo peor es que tras haberse reportado los cuatro fallecimientos hace más de una semana, el resultado de las autopsias realizadas hace tan sólo dos días en Oruro da indicios de muertes mucho más recientes, de hace cinco días aproximadamente. Entonces, ¿Qué paso? ¿Es que los responsables al ver el poco éxito de su negociación decidieron proceder con lo anunciado hacía días? ¿Es posible que nos enfrentemos ante un caso de tal frialdad? Aún cuando la sola aprensión, castigo y finalmente muerte otorgados a estos policías es ya un evidente síntoma de la escalada de violencia en Bolivia, la posibilidad de que éstos se hayan dado de la manera que las autopsias sugieren es mucho peor.

Es necesario repensar la opción de la justicia comunitaria, no en el sentido de censurarla por no pertenecer al modelo europeo occidental de justicia, sino porque no parece respetar sus propias reglas. ¿Cuáles son estas reglas? La constitución no lo plantea, no existen códigos ni procedimientos accesibles al público como para que tenga conciencia del sistema al que puede o no acogerse un crimen. El problema estriba en que ante la ausencia de lineamientos cualquier planteamiento puede ser sostenido como verdadero, legítimo, tradicional. Esto implica que cualquier pena puede aplicarse a cualquier caso y nuevas penas a nuevos casos. La culpabilidad se presume antes que la inocencia y aunque no sea así en la justicia comunitaria tradicional idealista de la que nos hablaron al proponerla en la nueva constitución, definitivamente es la presunción cotidiana de bloqueadores, comunarios y ciudadanos que a diario la ejercen en nuestro territorio.

Por el otro lado, por supuesto que debemos sospechar de las actividades policiales tanto en áreas alejadas y poco comunicadas de Bolivia con en el centro de las urbes. A pesar de que la dirección de la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico (FELCN) presume estar presente en todo el país, la realidad es muy diferente y varía sustancialmente de región en región. Es triste pero debemos afrontar que nuestra policía es un órgano débil y corruptible y no es de extrañarse si tomamos en cuenta, como lo publicaran diferentes medios de prensa durante el 2009, que la Policía Nacional recibe para la alimentación de sus efectivos la misa suma para alimentación que el penal de San Pedro. La denuncia no va sólo a que los policías están definitivamente mal alimentados para las tareas que se les exige, sino que los reos también. Entonces, que no nos resulte difícil entender por qué a ambos lados de la cerca los grupos humanos se ven obligados a buscar nuevas y diferentes fuentes de ingreso. ¿Realmente podemos culparlos? ¿Podemos exigirles lealtad a la ley, al estado y la sociedad que los maltrata?

Finalmente hay que mencionar el tema de la negociación entre comunidad y estado. La situación parece absurda. En Colombia ningún tipo de negociación de esta naturaleza se habría desarrollado, el gobierno de Uribe ha estipulado no negociar con grupos insurgentes que toman la violencia como forma de imposición de su política. Pues aquí si se negocia, se negocia todo de hecho, hasta se intenta negociar la ley al intentar crear una zona libre para el contrabando entre los departamentos de Oruro y Potosí. El absurdo se ve por todos lados, sin embargo lo que no es absurdo y subyace al problema es que se trata de una comunidad luchando por ser escuchada y dispuesta a negociar principios que no comparte con tal de tener un mejor pasar. ¿Deben ser complacidos? Ciertamente no, al menos, no de esa manera, no después de haber asesinado a cuatro hombres que, incluso en el caso de haber sido criminales, no habrían sido condenados a la inexistente pena de muerte ni en la justicia ordinaria ni en la comunitaria.

Ante este caso nos vemos sorprendiéndonos ante la presencia, o falta de, del estado en las zonas conflictivas del país donde es más común encontrarse con una o varias iglesias cristianas y con algún medio de comunicación antes que con un representante del gobierno correspondiente. La policía hace lo que quiere, el estado negocia lo que puede, el pueblo pide lo que necesita sin miramientos de principios (el hambre se impone) y al final todo lo que tenemos es una noticia más de violencia y falta de gobierno en Bolivia. Lo cierto es que ni este ni los anteriores gobiernos tuvieron presencia en el área rural, ni siquiera en las áreas alejadas de las urbes donde se lee por doquier persona extraña será linchada.


Lucía Querejazu E.


viernes, 4 de junio de 2010

Volver a mirar, sobre la obra de Erika Ewel


Facilidad de mirar es un elemento difícil de encontrar en las exposiciones vanguardistas hoy en día. En Bolivia como en el resto del mundo, los artistas han optado por darle más vueltas a su oficio y presentar nuevas y diferentes propuestas de expresión artística que ultimadamente resultan tan complejas que sólo los versados en el tema o los colegas artistas entienden. No es el caso para esta exposición. Es una muestra fácil de mirar y fácil de gozar. Es un deja vu constante ante obras compuestas por fragmentos que manifiestan haber hecho un viaje en el tiempo expandiendo el campo artístico psicológico. El espectador se encuentra cómodo, raramente cómodo y complacido ante la visión, que está en el ojo, de algo conocido.

“La doctrina del progreso técnico hacia la Copia Esencial propone que, en un extremo utópico, la imagen superará las limitaciones impuestas por la historia y reproducirá en forma perfecta la realidad del mundo natural: la historia es la condición de que intenta escapar”
[1]

Es una cuestión de distancia, ilustrar lo que en el siglo XIX ocupaba las trajinadas mentes de los viajeros y botánicos en un importantísimo afán de clasificar, perfeccionar la técnica con el fin de presentar y exponer de la mejor manera posible la realidad. Este es el elemento que permite la comodidad del espectador ante estas obras, el viaje en el tiempo lo hace el espectador, resignificando en el ojo y a través de la mano ejecutora, se transforma y cobra un nuevo valor hoy.

Esta conexión es posible porque la realidad experimentada por el ser humano es siempre producida históricamente, pues no existe una realidad naturalmente dada o independiente de nuestra existencia. Lo real entonces no es algo entendible sin la expresión y representación de otros, como los artistas, ésta permite la naturalización de un ideal de Copia Esencial, de una representación fiel de la naturaleza. Sin embargo si asumimos que ésta está sujeta al observador la naturalidad y realidad de la imagen la da el color y la expresividad de la ejecución.

Esta exposición es un herbario, un bestiario, delicias poéticas que tientan a los espectadores y los apartan del mundo real de las plantas y los animales aún haciendo referencia directa a ellos. El formato permite esta lectura de variedad, posibilidad y enumeración sin repetición. La composición es fluida de temas poco forzados, perfectamente ejecutados sin miedo a la simplicidad y claridad. Porque la famosa fórmula de Mies Van der Rohe less is more es una acertada expresión de elegancia y mesura. Después de todo lo que hemos visto de Erika Ewel desde el principio es fascinante ver la calma con la que se presenta esta vez, sin desesperación por afirmar grandes cosas y por lo mismo exponiendo una perfecta muestra de representación de delicadeza y transparencia.

Lucía Querejazu Escobari


[1] Bryson, Norman, La Copia Esencial

Reseña del libro Astrea: the imperial theme in the sixteenth century de Frances Yates[1]


Este libro nació como una recopilación de diversos ensayos escritos por la historiadora Frances Yates antes de 1950. Sin embargo durante el trabajo de compilación se hicieron comentarios, se añadieron partes y se actualizaron opiniones de tal manera que resultó un libro nuevo de investigaciones pasadas centradas todas en la idea imperial durante el siglo XVI entrando con excelencia en el tema de la imagen real de un monarca y los hilos que se tejen detrás de estas construcciones político-culturales.

El libro se divide en tres partes siendo la primera dedicada a Carlos V y la idea del imperio plasmada en el Plus Ultra, la segunda es sobre la reforma imperial Tudor en manos de Isabel I y la tercera es acerca de la monarquía francesa, aquella que llevaría la imagen del poder a su más esplendorosa expresión en el cuerpo de Luis XIV cien años después. Adicionalmente se presentan tres apéndices. El primero sobre los retratos alegóricos de Isabel I en Hatfield House, el segundo sobre el libro suntuario de Boissard y el tercero sobre las pinturas de Antoine Caron para arcos triunfales.

Los conceptos esenciales en esta obra son por un lado la idea imperial como tal retomada para Carlos V del imperio romano y el romano germánico y la idea de Astrea desenterrada de las antiguas predicciones persas bañada de eclecticismo religioso. El tema imperial está desarrollado en las partes primera y tercera. En la primera encontramos una introducción y explicación de lo que es un imperio en el siglo XVI y de qué manera se convierte en el ideal absoluto de sublimación de los poderes terrenal y celestial. En la tercera parte Yates desarrolla con más amplitud la adopción del tema e idea imperiales por parte de la monarquía francesa, ejemplificando mayormente en los desfiles, fiestas y entradas triunfales de los monarcas. Por este motivo aquí nos concentraremos en reseñar las dos primeras partes con más detalle dejando la tercera como ejemplificación de la idea presentada en la primera.

El siglo XVI fue sin duda un siglo de renovación donde los nacientes estados europeos buscaban crear sus mitologías, establecer sus monarquías y asentar soberanía en medio de las turbulentas luchas religiosas. El emperador Carlos V fue en su momento la manifestación tardía de la pasión por la idea de un gobernador universal así como había un Dios universal. En el fantasma de este imperio heredado por Felipe II se encuentra el espíritu imperial que se difundió en Europa en el simbolismo de su propaganda al tiempo que un pensamiento político más avanzado desacreditaba la figura imperial. Aún así no queda duda que Felipe II supo hacer que su imperio fuese envidiado y codiciado por todos los demás monarcas.

Durante la Edad Media circuló la idea de que el emperador era aquel que restauraría la antigua unión de Europa bajo un solo mando y así defendería la ciudad de Dios. En este tema universalista es clave la interpretación de la doctrina de San Agustín acerca de la ciudad de Dios y más importante aún, su ubicación real. Así es que Carlomagno, cuyo libro favorito era la Ciudad de Dios entendía la ciudad terrena no como una oposición a la ciudad de Dios sino como la representación de aquella en la tierra. Esta diferencia es crucial. En este sentido el emperador tiene el deber de apoyar y sostener la entrada de Cristo en este mundo mediante la espada de la justicia temporal
[2].

A partir de esta esperanza de universalidad heredada de Carlomagno a Carlos V y de este a todo quien se apoderara de sus emblemas, brotan distintos matices a lo largo de la Edad Media en torno a la correcta forma de encontrar al emperador, de investir uno o de crear uno. Paralelamente a este renacer o reforzamiento de la idea imperial aparece la figura de la Virgen Astrea. Astrea es la Justicia que se aleja de la tierra cuando los hombres se tornan al mal en la edad de hierro y sólo retornará en la constelación de Virgo para devolver la paz en la edad dorada cuando esta sea propicia. De esta manera entre Astrea y emperador universal se vive una constante expectativa de una doble parusía, una de esta virgen dorada que traerá con ella la abundancia y la paz y otra del verdadero vicario de Cristo.

Ahora bien, si echamos un vistazo a la Europa del siglo XVI vemos algo que no necesariamente tiene que ver con una unificación del antiguo imperio romano. España tiene su imperio efectivamente, un imperio más allá de las columnas de Hércules con claros intereses en los azotados Países Bajos. Sin embargo Francia, Inglaterra e Italia concluyeron adoptar la idea universal y adaptarla a los límites de los nacientes estados nacionales sin encontrarse exentos de la fuerte influencia hispánica. De esta manera se construyeron las mitologías nacionales tan deseadas y necesarias para sostener ideológicamente un gobierno y la tendencia religiosa apropiada.

Renovación fue la premisa de este siglo pero lo fue particularmente para algunas regiones, entre ellas particularmente Inglaterra donde finalmente reinó la paz después de la guerra de las dos rosas que enfrentó las casas de York y Lancaster. La familia Tudor finalmente unió los dos linajes permitiendo un equilibrio que sólo sería definitivo bajo el mando de Enrique VIII y luego de Isabel I. Durante el siglo XVI Inglaterra sufrió cambios más transcendentales que tal vez en el resto de su historia hasta el siglo XXI. La separación de la Iglesia Católica Romana obligó a los teólogos ingleses a formular un protestantismo que posibilitara de alguna manera una convivencia entre católicos y protestantes y aunque de todas formas se dieron sangrientas matanzas, finalmente Isabel I logró sostener un protestantismo moderado. En el continente se perdieron las últimas posesiones mediante el tratado de Cateau- Cambrésis obligando a los ingleses a replegarse en su isla con su reina.

Yates unifica la idea imperial de Carlos V con la renovación que trae Astrea para Inglaterra encarnada en el cuerpo de Isabel I. Esta unión no la hace Yates, por supuesto, pero la autora rastrea los elementos imperialistas que se encuentran detrás de las alegorías isabelinas. No profundiza en la utilización de Astrea por parte de la reina y su Consejo Privado para justificar el mandato de una mujer que nunca se casó como legítima reina europea pero si esboza la utilización de elementos extranjeros, más específicamente de la mitología Habsburgo, para la legitimación de una imagen real inglesa. De ahí que Isabel haya sido retratada con las columnas de Hércules propias del emblema de Carlos V, el Plus Ultra.

En la segunda parte Yates expone y concluye que la clave de los retratos de Isabel I, de su imagen real, es la idea imperial y particularmente la idea de un imperio reformado. La importancia de este caso para el tema imperial es que se trata de un gobierno que necesita legitimación urgente por lo que hecha mano de las técnicas simbólicas humanistas más en boga para lograr su cometido. Isabel fue convertida de la heredera no deseada por ser mujer a la heroína romántica de varios poemas épicos escritos en su honor para enaltecer su figura. Ella se transformó en un símbolo de los ingleses quienes se regodeaban en la persona real para poner en marcha los mejores artificios renacentistas, juegos, arcos triunfales, música, poemas y pinturas. Estas últimas resultaron de una elaboración tan compleja que su mensaje completo sólo puede ser descifrado de la mano de un manual de iconología y emblemática. Este es precisamente el trabajo que la autora realiza en el primer apéndice sobre los retratos alegóricos de Isabel conservados en Hatfield House.

Yates desarrolla los pasos que se dieron para adoptar la figura de Astrea y la constelación de Virgo a la figura de Isabel, cómo esto se relaciona estrechamente con la navegación y finalmente con la Virgen María. La luna se convierte en atributo de ambas tanto como de la diosa Diana, de Belphoebe, Cintia y María todas figuras en las que se confundía a Isabel. La era isabelina es la más grande del renacimiento inglés y en este sentido el tema de la edad de oro se encuentra detrás de todo esto. Es también una era de expansión nacional cuando las aspiraciones universales medievales se redirigen para conformar ahora un nacionalismo propiamente inglés con ambiciones mas allá del océano.

Es en el nacionalismo religioso donde se expresa el tema imperial con mayor fuerza en la Inglaterra isabelina pues la supremacía real sobre estado como sobre iglesia, la piedra angular de la política Tudor, debe su norma a la tradición del sagrado imperio. Aún así la tradición imperialista es heredada con más derecho por las monarquías francesas que se empeñan en exponer en este período, su descendencia de la dinastía de Troya y por supuesto de Carlomagno. Durante el siglo XVI el trono francés pasa de mano en mano y Enrique tras Enrique las familias se pelean el derecho a gobernar. Probablemente uno de los pocos elementos que entonces significan una continuidad en este turbulento proceso de consolidación del trono de Francia es la idea imperial.

De la misma forma este tema lo rastrea Yates a partir de las expresiones artísticas o estéticas realizadas en honor al monarca de turno. El emblema de Catalina de Médicis, regente de Francia durante muchos años, está dirigido a exponer una idea imperial, de la misma forma Yates profundiza en la arquitectura efímera, siempre tan difícil de estudiar por su naturaleza, los símbolos utilizados para precisamente exponer continuidad y legitimidad ante un pueblo abatido por guerras y enfrentamientos político-religiosos. En este punto de la segunda parte la autora se detiene en la magnífica fiesta de matrimonio del Duque de Joyeuse en Paris en 1581 exponiendo a través del interés por el tema imperial, la espectacularidad de las fiestas renacentistas.

De esta manera Yates muy ordenadamente expone brillantemente la transformación de las expresiones de una tradición y cómo paralelamente coexisten. En el siglo XVI los estados nacionales adoptan formas de gobierno, sobre estado y e iglesia así como sobre los corazones de los súbditos, del anhelo imperial medieval. Paralelamente en el mundo iberoamericano hasta las Filipinas se vive la idea imperial a diario así sus formas varíen parcialmente. Es en las imágenes y en la utilización de símbolos y alegorías que Yates observa esta continuidad proporcionando un excelente ejemplo de historia con imágenes al margen de la historia del arte tradicional que ha encerrado las obras bajo siete llaves a la interpretación de la historia. Si bien este libro de Yates ya cumple este año treinta años desde su publicación, continúa siendo un ejemplar estudio de emblemática e iconología que bien puede ser adoptado para el análisis de las ricas obras coloniales hispanoamericanas.


Lucía Querejazu Escobari

[1] Routledge & Kegan Paul, London and Boston, 1975.
[2] En los retratos reales de este período rara vez falta la espada de la justicia como símbolo de equidad y templanza del monarca.

Reseña de El poder de las imágenes, estudios sobre la historia y la teoría de la respuesta de David Freedberg[1]

El libro de David Freedberg El poder de las imágenes con tan sugestivo título trata de las relaciones entre las imágenes y las personas a lo largo de la historia. La intención del autor es estudiar la respuesta del observador a las imágenes, pinturas, esculturas, grabados e incluso imágenes mentales. La investigación se basa en premisas muy claras, por un lado tomar toda imagen como capaz de generar respuesta y por el otro considerar que al existir esta respuesta es posible elaborar una teoría de la misma. Gran parte de este trabajo se dedica a profundizar en dos temas en particular. Por un lado la relación sensual que puede generar el arte y las prácticas religiosas alrededor del mismo.

En este sentido Freedberg pretende hacer una investigación de la historia del arte al margen de las normas establecidas por la historia del arte tradicional. Así es que utiliza imágenes y actitudes que no han sido consideradas por lo grandes estudiosos como arte o incluso actitudes relevantes o interesantes con respecto a este. Por eso este estudio de Freedberg es interesante pues plantea un estudio de la producción cultural y su utilización, ya que la respuesta se encuentra mediada por uso y significado encontrándonos ante una historia de una práctica, ver.

El método de selección de respuestas se basa en lo que el autor considera como respuestas recurrentes a ciertas imágenes, como ser la respuesta del deseo sexual. De ahí surge la utilización de las imágenes en el libro lo que no presenta otro criterio que el de la respuesta dejando cuestionamientos acerca del marco teórico del autor en la selección de las obras. Dado que el autor insiste en utilizar respuesta de sectores no privilegiados por la historia del arte tradicional, nos encontramos ante un estudio que se ubica en el punto de encuentro entre la antropología y la psicología popular y con mayor fuerza la psicología religiosa.

Cada uno de los temas tratados por Freedberg es una tentadora invitación a analizar las imágenes siguiendo su modelo pero tal vez profundizando en los temas que el autor no profundiza como ser el lugar de producción. Ante esto el autor se plantea la cuestión: “¿No podría ser, además, que yo simplemente estuviera asumiendo unos espectadores ideales y olvidando que las respuestas se forjan en el yunque de la cultura en el fuego de la historia particular?”
[2]

El libro consta de quince capítulos de los cuales del primero al quinto se ejemplifica constantemente la capacidad del espectador de generar respuestas, de las imágenes el cobrar vida e incluso corporeidad y la enorme capacidad del hombre de utilizar las imágenes con fines determinados contando ya con la existencia de la respuesta. En este sentido los siguientes capítulos se centran en ejemplos más concretos y mejor analizados acerca de los usos religiosos de la imagen. En todo caso es importante resaltar que Freedberg no repite la premisa acerca del ejercicio del poder a través de las pinturas o esculturas sino el proceso que permite este uso.

En el capítulo diez el autor se concentra en los usos de la imagen como castigo o para generar vergüenza y pudor convirtiéndose esta en control de la moral social. El autor profundiza igualmente en el tema del miedo como respuesta al deseo generador de una pintura o escultura. Una vez más Freedberg enuncia los problemas de la historia mas solo los menciona sin profundizar en su análisis debido a su interés principal de trazar una línea temporal con las respuestas y así establecer un tipo de relación entre imágenes y personas.

En general a pesar de la diversidad de temas que toca el autor, algunos se extienen en general a todas las reacciones posibles ante una escena pictórica. Por un lado tenemos el fenómeno de ritualización de la relación entre persona e imagen, de ahí surgirán generos particulares como la imagen del poder que Peter Burke y Louis Marin investigan en el cuerpo de Luis XIV. Por otro lado se encuentra la inseparable relación entre los sentidos y la religiosidad y de qué maneras se puede manipular o utilizar un objeto estético con fines de policía. Finalmente tenemos el problema de la representación que es el más importante en el tema de imágenes y su respuesta pues depende del tipo de representación en el que se crea para poder encontrar una u otra respuesta y este es uno de los puntos flacos de Freedberg.

El problema de no profundizar en el lugar de producción de la respuesta, no tanto de la imagen, lleva a complejas interpretaciones que a veces no conducen a ninguna conclusión. En este sentido es debatible el uso de psicoanálisis para comprender la producción de Tiziano o Rafael considerando que este método de estudio del inconsciente fue creado por Freud para analizar un tipo de sujeto determinado. Misma razón por la cual aún en el siglo XIX o XX este modelo no era aplicable a familias africanas o latinoamericanas que se basan en una sociedad extendida y no nuclear. Por lo tanto hasta dónde puede un historiador hacer conclusiones de este tipo, es cuestión de gusto e inclinaciones teóricas. En todo caso queda el gusto a no hacerle justicia a Tiziano y sus desnudos el aplicarle una represión que no es propia de el y que probablemente ni siquiera tenía por lo tanto el autor si bien entra en el delicado tema del deseo en el arte, sería tal vez más apropiado acercarse a él a partir de una concepción contemporánea de la representación y la producción.



Queda entonces claro y casi sin dudas que la imagen definitivamente tiene un poder sobre el espectador y que el espectador tiene para sí o en público una respuesta determinada, como la devoción. Sin embargo al autor no se le escapa que se un trabajo riesgoso y complicado el asumir espectadores ideales y el ignorar tal vez, que la respuesta no solo se genera en una relación íntima dual entre imagen y espectador sino que la cultura y las construcciones históricas juegan un papel importante en este proceso. Empero esto no niega lo afirmado anteriormente acerca del poder de la imagen y sólo es una advertencia acerca del carácter histórico y sociológico de la respuesta .

Es evidente la pertinencia del psicoanálisis en este tipo de estudio. Aunque siempre se puede caer en el error de aplicar un modelo a la fuerza a un tema que no es fácil de aprehender a través de ese, puede arrojar muchas luces a aspectos que antes no se reconocían como pertinentes. Es el caso de la represión o del gusto por la mirada y la escopofilia, como de el querer poseer lo admirable en los cuales interactúan la acción de ver y sentimientos sexuales y sentimentales que son más fáciles de leer a través del psicoanálisis.

El resultado es un libro muy fraccionado mas elaborado con años de trabajo e importante recopilación de datos de fuentes muy variadas. El objetivo planteado por Freedberg en la introducción del libro, de lograr hacer historia del arte dejando de lado las convenciones de la disciplina tradicional y acercarse a las respuestas del pueblo y la indecencia se cumple. De la misma manera las flaquezas de este libro son claras al autor lo que simplemente presenta una actitud honesta de trabajo mas el gran trabajo de recopilación de imágenes y respuestas queda en el aire sin un soporte teórico más claro y contextos que permitan entender la profundidad y complejidad o bien la superficialidad de las respuestas. Sin desmeritar esta obra son mejores ejemplos de utilización de la imagen para la historia, sin hacer historia del arte, el libro The fabrication of Louis XIV de Peter Burke, Food for thought de Louis Marin donde desarrolla una teoría semiológica de la representación y Pintura y vida cotidiana en el Renacimiento de Michael Baxandall, un excelente ejemplo de historia de la vida privada a partir de las pinturas de los maestros italianos.
[1] Freedberg, David. El poder de las imágenes. Estudios sobre la historia y la teoría de la respuesta. Tr. Purificación Jiménez y Jerónima Bonafé. Ediciones Cátedra S.A., Madrid, 1992
[2] Freedberg, p. 13